La subida brusca de la presión arterial puede provocar daños orgánicos graves en cerebro, corazón, riñones y ojos
La hipertensión arterial es una condición frecuente en personas mayores de 65 años y uno de los principales factores de riesgo cardiovascular. Es muy importante mantenerla bajo control con medicación y buenos hábitos, porque una crisis hipertensiva puede desencadenar un ataque al corazón o un ictus con secuelas neurológicas.
Una crisis hipertensiva es una subida repentina de la presión arterial que requiere atención médica inmediata, ya que puede causar graves lesiones cerebrales, cardíacas, renales y oculares. Los síntomas son variados, en función del órgano afectado. Estos pueden incluir falta de aire y opresión en el pecho, desorientación y debilidad, o ceguera temporal.
Los pacientes con hipertensión son más propensos a sufrir una crisis hipertensiva, pero casi la mitad no toma medidas para evitarlo porque ni siquiera sabe que son hipertensos, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por eso es importante controlar la presión arterial periódicamente, sobre todo a partir de los 40 años.
En este artículo, el doctor Gonzalo Peña, responsable del Servicio de Cardiología del Hospital San Rafael de A Coruña, nos ayuda a comprender los riesgos de una crisis hipertensiva y cómo actuar ante esta situación.
Qué ocurre en una crisis hipertensiva
Una crisis hipertensiva es un aumento brusco de la presión arterial, de tal forma que no deja margen de maniobra al cuerpo para adaptarse al cambio y se producen lesiones en el sistema circulatorio y los órganos diana: corazón, cerebro, riñones y ojos.
La presión o tensión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes arteriales al circular por el cuerpo. Cuando sube de forma gradual y continuada, las paredes de los vasos sanguíneos se van engrosando como contramedida, incrementando el riesgo cardiovascular por obstrucción arterial.
Esto es lo que les ocurre a los pacientes con hipertensión arterial, que pueden no presentar síntomas durante años. La Sociedad Española de Cardiología estima que uno de cada tres adultos entre 30 y 79 años es hipertenso. Y casi la mitad desconoce que lo es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por ello, es aconsejable controlar la presión arterial de forma periódica, especialmente a partir de los 40 años, ya sea acudiendo a la farmacia más cercana, en su centro de salud, o con un tensiómetro en casa.
Por el contrario, la crisis hipertensiva se presenta de forma súbita, provocando un pico de presión que causa estrés mecánico y daños a las arterias de todo el organismo.
Los órganos más afectados son «el corazón, el cerebro y los riñones porque son los que actúan en la regulación de la tensión arterial; así como el ojo, porque es un área muy vascularizada y muy sensible a los cambios en los vasos sanguíneos», como apunta el doctor Peña.
Crisis hipertensiva: ¿Emergencia, urgencia o falsa alarma?
Por lo general, se considera una crisis hipertensiva cuando los valores de presión arterial se elevan súbitamente por encima de 180/120 mmHg. En función del riesgo para la vida del paciente, se clasifican en urgencias o emergencias:
- Emergencia hipertensiva: Elevación aguda de la presión arterial que está provocando un daño cardiovascular o renal relevante, con riesgo para la vida del paciente. Requiere tratamiento hospitalario inmediato en minutos o pocas horas para evitar secuelas graves o la muerte.
- Urgencia hipertensiva: Elevación aguda de la presión arterial sin síntomas claros y sin lesiones orgánicas, por lo que no supone un riesgo vital inmediato. También requiere una pronta atención médica en las primeras 24 horas.
En ocasiones, un ataque de ansiedad o un dolor agudo pueden causar una pseudo crisis hipertensiva, al disparar la tensión arterial de forma puntual. No suele requerir tratamiento, ya que la presión arterial se normaliza al desaparecer el factor desencadenante.
La mayoría de las personas que sufren una crisis hipertensiva son pacientes hipertensos que han dejado de tomar la medicación para la hipertensión o no han seguido correctamente la pauta farmacológica.
Cuando la crisis hipertensiva afecta a una persona sin antecedentes de hipertensión, a menudo suele presentarse directamente en forma de emergencia. El consumo de drogas como cocaína, anfetaminas o PCP, también puede desencadenar una crisis hipertensiva.
Ante la duda, es imperativo solicitar asistencia médica llamando al servicio de emergencias o acudir con rapidez al centro médico más cercano. En una crisis hipertensiva, especialmente si se trata de una emergencia, como un ictus o un infarto, cada minuto que pasa reduce las posibilidades de supervivencia del paciente.
Síntomas y consecuencias de una crisis hipertensiva
La crisis hipertensiva no siempre se presenta con síntomas, particularmente si se trata de una urgencia. El indicativo más claro, inicialmente, es la medición de la presión arterial con valores superiores a 180/120 mmHg.
En el caso de la emergencia hipertensiva, los síntomas derivan del daño en los órganos diana: cerebro, corazón, riñones y ojos.
El doctor Gonzalo Peña explica los síntomas más habituales en cada caso: «Si hay afectación neurológica, el paciente puede notar que pierde fuerza, sensación de hormigueo o pérdida de conciencia; si afecta al corazón, falta de aire y opresión en el pecho; mientras que, en el ojo, se puede presentar una ceguera temporal, lo que llamamos una amaurosis fugaz por la falta de riego sanguíneo en la retina».
Las complicaciones de una crisis hipertensiva con carácter de emergencia pueden ser muy graves en los órganos blanco:
- Corazón: La cardiopatía hipertensiva es una de las principales causas de mortalidad en pacientes hipertensos. En una emergencia hipertensiva, puede producirse un infarto agudo de miocardio, una angina inestable, muerte súbita, disección aórtica aguda o insuficiencia ventricular izquierda aguda con edema pulmonar.
- Cerebro: La brusca elevación de la presión arterial puede causar problemas cerebrovasculares como la encefalopatía hipertensiva o el ictus. Las secuelas de este tipo de lesiones van desde la pérdida de facultades cognitivas o motoras, hasta cambios de personalidad.
- Riñones: Una emergencia hipertensiva puede provocar una insuficiencia renal aguda, que causa una pérdida repentina de la función de los riñones.
- Ojos: La visión borrosa es el síntoma más común de la retinopatía hipertensiva aguda, con hemorragias en el fondo del ojo por afectación de los vasos retinianos, o focos blancos de isquemia retiniana. También puede inflamar el nervio óptico, causando pérdida de visión.
- Embarazo: La crisis hipertensiva tiene un impacto particular en el caso de las mujeres embarazadas. La preeclampsia grave (hipertensión aguda durante el embarazo) y la eclampsia (convulsiones) pueden conducir a un parto prematuro o la pérdida del embarazo.
El daño provocado por una emergencia hipertensiva avanza rápidamente y, de no atajarse con prontitud, puede resultar letal. «Las consecuencias más temidas son el infarto cerebral, de corazón, el edema agudo de pulmón, la hemorragia cerebral… El tipo de daños que dejan secuelas irreversibles, que es lo que tratamos de evitar», apunta el doctor Peña.
Tratamiento y prevención de la crisis hipertensiva
Si observa alguno de los síntomas mencionados en el apartado anterior o ha registrado una medida superior a 180/120 en su presión arterial, busque ayuda urgente. El personal médico hará una valoración inicial para dirimir si se trata de una crisis hipertensiva y si es una urgencia o una emergencia.
«Mucha gente va dejando los pequeños síntomas hasta que aparecen los síntomas graves y eso es lo que hay que evitar, porque lo que queremos es prevenir y evitar males mayores», apunta el doctor Peña.
Además de monitorizar los niveles de presión arterial, es habitual que las pruebas diagnósticas incluyan un electrocardiograma y una radiografía de tórax. Si el paciente presenta síntomas de emergencia hipertensiva, se realizarán pruebas adicionales para detectar y evaluar las lesiones en órganos, como análisis completos de sangre y orina, una gasometría arterial para medir los niveles de oxígeno en sangre, o un TAC craneal, entre otros.
El tratamiento en urgencias de la crisis hipertensiva se centra en reducir la presión arterial con la administración de fármacos hipotensores.
En caso de emergencia hipertensiva, es crucial bajar la tensión cuanto antes para evitar daños orgánicos mayores. Para ello, se recurre a fármacos hipotensores intravenosos para conseguir una reducción del 20 a 25% en la primera hora.
En una urgencia sin riesgo vital, por el contrario, una bajada tan rápida puede ser contraproducente y causar una isquemia cerebral, cardíaca o renal, es decir, lesiones por no recibir suficiente sangre. Por lo que se recomienda una bajada más gradual, con fármacos de administración oral.
Una vez superada la crisis hipertensiva, el paciente hipertenso debe retomar (o iniciar) el tratamiento habitual para controlar la hipertensión y adoptar un estilo de vida saludable con ejercicio regular y una dieta baja en sal.
Para prevenir una posible crisis hipertensiva, «lo más sencillo y práctico es tomarse la tensión al menos una vez al año, si uno no tiene ningún síntoma», insiste el doctor Peña. «Cada uno debe conocer qué cifra de tensión suele tener y controlarla periódicamente; puede hacerlo en casa, en la farmacia o en el médico, o aprovechar cuando lo hace un familiar, por ejemplo».
Si bien es cierto que, a edades más avanzadas el riesgo es mayor, pero el doctor Peña advierte de que «una crisis hipertensiva puede ocurrir a múltiples edades; uno puede ser hipertenso incluso a los 20 años, dependiendo de los factores de riesgo».