Unos niveles elevados de tensión arterial pueden generar problemas cardíacos en determinados pacientes, dando lugar a la cardiopatía hipertensiva
Sin corazón no hay vida. La importancia de este órgano es capital: es el encargado de bombear la sangre a través de todo el cuerpo, con el fin de absorber los nutrientes y el oxígeno, y eliminar los residuos y el dióxido de carbono. Por este motivo, es fundamental prevenir patologías que puedan dañarlo, como la cardiopatía hipertensiva.
En condiciones normales, el corazón late entre 60 y 100 veces por minuto. Al final del día, esto se traduce en más de 100.000 latidos y cerca de 8.000 litros de sangre bombeados. Un trabajo ininterrumpido, para el cual el órgano tiene que estar en las mejores condiciones.
Sin embargo, existen determinadas afecciones que pueden amenazar su buen rendimiento. La cardiopatía hipertensiva es una de ellas. Bajo este concepto se agrupan todos los problemas cardíacos derivados de una presión arterial elevada de forma prolongada.
u importancia no es mínima: la cardiopatía hipertensiva ya supone una de las principales causas de mortalidad en los pacientes con hipertensión. Lo explica de forma gráfica el doctor Gonzalo Peña, especialista en Cardiología del Hospital San Rafael de A Coruña: «Probablemente, la cardiopatía hipertensiva es de las patologías más frecuentes que hay. La gente es hipertensa a partir de los 40 y muchas de estas personas no lo saben».
Las principales complicaciones de la cardiopatía hipertensiva
La tensión arterial es la fuerza ejercida por la sangre contra las paredes de las arterias. Si sus valores son elevados, obliga al corazón a realizar más esfuerzos para bombearla. Y, si esta situación se produce durante un período de tiempo extenso, puede provocar cambios en la morfología de este órgano.
Al tener que trabajar de modo más intenso, el grosor del miocardio aumentará. Esta es la capa intermedia del corazón, formada por un tejido muscular que se contrae para bombear la sangre. Si el músculo se vuelve demasiado grueso, necesitará más oxígeno del que recibe, lo que podría generar una angina de pecho o un paro cardíaco.
Este problema, conocido como hipertrofia ventricular izquierda, es el tipo más común de cardiopatía hipertensiva. El engrosamiento de las paredes también provoca que estas se vuelvan rígidas, dificultando todavía más el bombeo de la sangre.
Además, el corazón se va debilitando poco a poco, hasta desencadenar una insuficiencia cardíaca. Cuando el órgano no bombea la sangre adecuadamente, esta retrocede y se acumula en otras zonas, como los pulmones.
Por otro lado, una presión arterial alta contribuye a engordar las paredes de los vasos sanguíneos. Esto incrementa notablemente el riesgo de sufrir un ataque cardíaco o un accidente cardiovascular, sobre todo, si los niveles de colesterol son elevados.
¿Cuáles son los síntomas de la cardiopatía hipertensiva?
Como hemos visto anteriormente, la cardiopatía hipertensiva es una suerte de espectro en el que se ubican todas las enfermedades cardíacas provocadas por una hipertensión. Los síntomas, por tanto, no son estándar, sino que dependerán de la patología concreta a la que se enfrente el paciente.
«Normalmente –detalla el doctor Peña-, la cardiopatía hipertensiva presenta varios estadios. La primera fase suele ser asintomática, y este es uno de los problemas. Poco a poco van apareciendo pequeños síntomas que incluso los pacientes menosprecian. Se van adaptando a ellos o cambios en los que no ven nada: mala tolerancia al esfuerzo, palpitaciones… Cuando empiezan con dolor de pecho –continúa- es cuando salta la alarma, pero es una fase más tardía».
En el caso de la hipertrofia ventricular izquierda, la principal señal de que se está padeciendo esta afección consiste en la falta de aire, especialmente cuando uno está acostado. El dolor en el pecho tras hacer ejercicio o sentir palpitaciones o latidos fuertes y rápidos en el corazón también puede alertar de este problema, así como la hinchazón en las piernas, los mareos, los desmayos y una sensación de desvanecimiento con una pérdida temporal del conocimiento. El ritmo cardíaco irregular o la arritmia también es una señal clara.
Sin embargo, estos síntomas se producen cuando ya existe cierto nivel de daño al corazón. Desde mucho tiempo atrás, el paciente vendría arrastrando hipertensión. Pero esta no es fácil de detectar, a menos que se realice una prueba de tensión rutinaria.
Y es en este punto en el que Gonzalo Peña hace especial hincapié: «Es muy recomendable medir la tensión arterial con frecuencia. Por ejemplo, tomar la tensión a partir de los 20 años, saber cuál es, porque la tensión va evolucionando a lo largo de la edad y esa información resultará de gran utilidad a nivel clínico con el paso del tiempo».
¿Cómo se diagnostica la cardiopatía hipertensiva?
Si el paciente siente un dolor torácico prolongado, no logra respirar adecuadamente o pierde el conocimiento, debe acudir a Urgencias de inmediato. Especialmente si estos síntomas están acompañados de dolor de cabeza, debilidad en un lado del cuerpo o problemas para hablar. Acudir a un médico es crucial, sobre todo a un especialista en Cardiología, ya que el diagnóstico temprano de una enfermedad cardíaca es crucial para mejorar el bienestar del paciente.
El profesional procederá a realizar una exploración física y, si la auscultación deja dudas o indica una posible enfermedad, llevará a cabo un electrocardiograma. Esta prueba mide la actividad eléctrica del corazón y muestra de forma gráfica si el ritmo y la fuerza de los latidos es la habitual.
Si hay algún signo de daño, procederá a hacer un ecocardiograma, un procedimiento que genera imágenes del corazón mediante ondas sonoras. Estas imágenes también se pueden obtener mediante imanes y ondas de radio, a través de la resonancia magnética, para comprobar mejor el latido el bombeo de sangre del corazón.
Llegados a este punto, el equipo de Cardiología del Hospital San Rafael insiste en el trabajo de prevención. «A ciertas edades, por ejemplo, uno siempre se mira la vista. Y con el tema cardiovascular es lo mismo. Contar con una valoración objetiva y profesional del riego cardiovascular es muy valioso para corregir factores de riesgo y ganar esperanza de vida y calidad de vida».
Los factores de riesgo y el tratamiento de la cardiopatía hipertensiva
No todas las mismas personas tienen las mismas probabilidades de sufrir una cardiopatía hipertensiva. Conforme avanza la edad, es más probable que una persona padezca una de estas patologías. Pero este no es el único factor de riesgo.
El consumo de sustancias como el alcohol, el tabaco o las drogas hace que las personas sean más proclives a padecer una cardiopatía hipertensiva. Y el sobrepeso o la obesidad también juegan un papel determinante.
«Si un corazón tiene que soportar 100 kilos a la hora de trabajar se fatiga mucho más el músculo. Hay que tener en cuenta además la resistencia que produce la grasa. De un tiempo a esta parte, por ejemplo, se habla mucho del papel de la grasa pericárdica, la que se genera alrededor del corazón. Los pacientes con grasa pericárdica están más afectados por este tipo de patologías como la cardiopatía hipertensiva», señala el doctor Peña.
En este sentido, los pacientes se tienen que concentrar en disminuir la presión arterial, ya que esta es la base de los problemas cardíacos. Lo primero que deben hacer es abandonar el tabaquismo y no consumir drogas, así como reducir la ingesta de alcohol.
Una dieta sana, sin cometer excesos en grasas o en sal, también ayuda a disminuir los niveles de tensión arterial y a controlar el peso. Es conveniente practicar deporte, pero evitando realizar ejercicios extenuantes o levantando pesos que supongan un esfuerzo notable para el cuerpo. Y cuidar el estrés también ayuda a despedirse de la hipertensión.
Además, es aconsejable realizar revisiones de la presión arterial con cierta frecuencia, sobre todo en pacientes con valores más elevados de lo habitual.
Por otro lado, es crucial tratar los daños causados en el corazón. Para prevenir complicaciones se pueden tomar distintos medicamentos. Los betabloqueantes, que contribuyen a controlar la frecuencia cardíaca, hacen que la sangre circule con menos fuerza. Los betabloqueantes de los canales de calcio, por su parte, reducen la presión arterial mediante la relajación del corazón y el ensanchamiento de los vasos sanguíneos.
Los diuréticos disminuyen la cantidad de líquidos presente en el cuerpo, lo que también reduce la presión arterial. Y los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina aumentan el ancho de los vasos sanguíneos, facilitando el flujo de sangre.
De todos modos, estos medicamentos tienen que tomarse bajo las directrices de un profesional de la salud. Y los tratamientos siempre deben estar supervisados por especialistas en Cardiología, que atiendan a las circunstancias específicas de cada paciente para lograr una mejoría rápida y garantizar su bienestar.