Los pacientes con hipertensión arterial pueden desarrollar una serie de alteraciones en el fondo del ojo, conocidas como retinopatía hipertensiva
La hipertensión arterial forma parte de las denominadas enfermedades silenciosas. Patologías que apenas producen síntomas durante los estadios iniciales y que, por tanto, pueden pasar desapercibidas durante largos períodos de tiempo. Por consiguiente, muchas se diagnostican cuando están bastante avanzadas y ya han originado daños como la retinopatía hipertensiva.
La Organización Mundial de la Salud calcula que hay más de 1280 millones de adultos con hipertensión arterial. No obstante, el dato verdaderamente preocupante es que la mitad de ellos desconocen que conviven con esta afección crónica, y tan solo uno de cada cinco tiene éxito a la hora de controlarla.
La tensión arterial es la presión que el corazón ejerce sobre las arterias durante sus movimientos de contracción y relajación, destinados a facilitar la circulación de la sangre. Para su medición se utilizan los milímetros de mercurio.
Idealmente, la presión sistólica (conocida como la máxima, cuando el corazón bombea sangre hacia fuera), debería estar por debajo de 140 mmHg, mientras que la presión diastólica (conocida como la mínima, cuando el corazón se llena de sangre) no debería superar los 90 mmHg.
Si las personas no se miden la presión arterial con cierta regularidad, es muy probable que no sean conscientes de que padecen hipertensión arterial. Un desconocimiento que podría llegar a ser muy peligroso, pues esta afección puede dar pie a complicaciones como la arritmia, la angina de pecho, el infarto de miocardio o la insuficiencia cardíaca.
En definitiva, daños muy graves, que también podrían afectar a otras zonas como los riñones (insuficiencia renal), el cerebro (accidente cerebrovascular) o el ojo (retinopatía hipertensiva).
¿Qué es la retinopatía hipertensiva?
«La retinopatía hipertensiva es una enfermedad que se caracteriza por las alteraciones en el fondo del ojo del paciente con hipertensión arterial. Afecta principalmente a los vasos retinianos y, a veces al nervio óptico», describe Fermín Vázquez Castro, especialista en Oftalmología.
Al tratarse de una patología ocular, su diagnóstico corresponde al oftalmólogo, que deberá comprobar el estado de la retina en una prueba tan rápida como indolora. Para ello, emplea un oftalmoscopio, un instrumento que emite una luz muy brillante y le permite observar de forma directa y con gran claridad las arterias y venas retinianas.
En este examen puede encontrar los primeros signos de retinopatía hipertensiva, entre los que se hallan:
- La contracción o disminución del grosor de los vasos sanguíneos, que presentan daños en las áreas que no reciben un riego suficiente.
- Los cruces arteriovenosos, provocados por un aumento y endurecimiento de la adventicia (la capa externa de los casos sanguíneos que recubre a las arteriolas y las vénulas), que debilita las paredes de las vénulas y hace que estas sufran un estrechamiento de la luz venular.
- Las alteraciones del reflejo vascular, derivadas del engrosamiento de la pared de los vasos retinianos. Esto provoca que el reflejo luminoso del torrente sanguíneo se oscurezca, adquiriendo una tonalidad cobriza (los hilos de cobre) o, si la enfermedad continúa progresando, un tono brillante (los hilos de plata).
- Los aneurismas, unas dilataciones de los vasos retinianos que, si crecen demasiado, podrían dar pie a la rotura del propio vaso.
- Las hemorragias retinianas, que pueden ser superficiales (con forma ovalada o lineal) o profundas (con forma de puntos o manchas).
- Los exudados duros, unas acumulaciones de lipoproteínas debidas a una fuga que presentan una tonalidad blanca o amarillenta.
- El edema de papila, una hinchazón de la papila óptica que puede aparecer en los cuadros más graves.
Los principales factores de riesgo
¿Tienen todas las personas con hipertensión arterial las mismas probabilidades de padecer retinopatía hipertensiva? En absoluto. Se estima que esta última tan solo aparece en uno de cada diez pacientes hipertensos.
Existen una serie de factores de riesgo que provocan que determinados grupos de personas sean más proclives a desarrollar retinopatía hipertensiva, como la obesidad, el consumo de tabaco, el embarazo, los niveles elevados de colesterol y triglicéridos o, incluso, una edad avanzada.
El doctor Vázquez, del Hospital San Rafael de A Coruña, señala que «los factores de riesgo más comunes son los que van inherentes a la propia hipertensión, como los hábitos de vida poco saludables, el sobrepeso, la escasa actividad física y una dieta rica en sal y grasas». Pero añade que «también se incrementan los riesgos si el paciente tiene otras enfermedades microvasculares, como la diabetes o la hipercolesterolemia, u otras patologías menos frecuentes, como el feocromocitoma o la eclampsia y preeclampsia».
Estos factores incrementan, en mayor o menor medida, la posibilidad de sufrir los daños anteriormente descritos en las arterias y las venas de la retina. Daños que se van produciendo sin que el paciente se dé cuenta ya que, como advierte Fermín Vázquez, esta enfermedad «suele ser asintomática y no se desarrollan síntomas hasta que está bastante avanzada, como la visión borrosa o los defectos en el campo visual».
Pero, ¿cuáles son las diferentes manifestaciones que podrían funcionar como alerta? Todo va a depender del tipo de retinopatía hipertensiva que afecte al paciente.
Retinopatía hipertensiva: ¿aguda o crónica?
La retinopatía hipertensiva aguda se produce en las personas que sufren un aumento muy abrupto de la tensión arterial durante un período de tiempo breve. La visión borrosa se erige como el principal síntoma y, en la mayoría de los casos, esta viene acompañada de un dolor de cabeza. Cuando el cuadro es más severo, el especialista en Oftalmología podría encontrar hemorragias en el fondo del ojo, así como una inflamación del nervio óptico.
Esta es la clase de retinopatía hipertensiva menos habitual, y se suele producir cuando coexisten patologías como el feocromocitoma (un tumor de la glándula suprarrenal) y la preeclampsia o la eclampsia (la aparición de hipertensión arterial durante el embarazo, que puede llegar a provocar convulsiones en las mujeres).
No obstante, una vez que los valores de la presión arterial regresan a la normalidad, los síntomas que repercutían en la visión desaparecen por completo.
La retinopatía hipertensiva crónica, a diferencia de la anterior, es más prolongada en el tiempo. Y, al mismo tiempo, es la más frecuente. Sus principales manifestaciones son la visión borrosa, la pérdida de agudeza visual y el surgimiento de defectos en el campo visual. Pero también puede desencadenar todo tipo de lesiones: cruces arteriovenosos, aneurismas, hemorragias, edema de papila óptica…
En ambos casos, tanto la aparición de la enfermedad como la gravedad de los daños están directamente relacionadas con la enfermedad de base: la hipertensión arterial.
«La probabilidad de padecer retinopatía hipertensiva depende del tiempo de evolución de la hipertensión y de su control. Cuanto mayor es el tiempo de evolución y peor su control, mayor es la posibilidad de que se formen lesiones en el fondo del ojo», advierte el doctor Vázquez.
¿Cómo de peligrosa es la retinopatía hipertensiva?
Con el objetivo de determinar la gravedad de la retinopatía hipertensiva se han desarrollado un conjunto de clasificaciones, como la de Keith – Wagener – Barker, una de las más populares. Esta establece cuatro grados distintos, a través de los cuales el paciente puede ir escalando en función de la gravedad. En el primero se agrupan las personas asintomáticas, mientras que en el cuarto la hipertensión ya es maligna, con los riesgos que eso conlleva para la supervivencia del paciente.
Ahora bien, cuando se habla de retinopatía hipertensiva es imprescindible responder a una pregunta que atormenta las mentes de muchas personas: ¿podría llegar a perder la vista?
«La retinopatía hipertensiva crónica normalmente no se traduce en una pérdida significativa de visión, pero es peligrosa si no se diagnostica pronto y alcanza los grados tres y cuatro. De todas maneras, con el tratamiento las lesiones suelen ser reversibles. El estrechamiento de los vasos arteriales y los cruces arteriovenosos pueden ser permanentes, pero esto no significa que se pierda la visión», recalca el especialista en Oftalmología del Hospital San Rafael de A Coruña.
Sin embargo, es importante tener presente todas las complicaciones que se pueden originar, como la obstrucción arterial y venosa de los vasos sanguíneos. Cuando se produce en las arterias, se experimentan alteraciones repentinas en el campo visual, que no son tan súbitas cuando la obstrucción afecta a las venas.
Tampoco hay que olvidar otras patologías derivadas de la hipertensión arterial que afectan al ojo, como la neuropatía óptica isquémica, que daña la cabeza del nervio óptico, o la coroidopatía hipertensiva, que deteriora la membrana coroides, ubicada entre la retina y la esclerótica.
El tratamiento de la retinopatía hipertensiva
La prevención es, sin ninguna duda, el mejor aliado para impedir la aparición de la retinopatía hipertensiva y evitar un empeoramiento de su pronóstico.
«Hay que controlar los valores de la tensión lo mejor posible, llevar una vida saludable y acudir a revisiones de forma periódica al oftalmólogo. Esta enfermedad suele ser asintomática y, si no la valora el oftalmólogo, se puede pasar por alto», aconseja el doctor Fermín Vázquez.
¿Cada cuándo es recomendable someterse a estos chequeos? Según el especialista en Oftalmología, todo depende de cómo se encuentre el fondo del ojo del paciente en la primera consulta.
Si no se detecta ninguna alteración o la retinopatía hipertensiva se enmarca en el primer grado, puede bastar con acudir a la consulta una vez al año. Por la contra, si el control de la tensión no es el adecuado, es preferible realizar estas revisiones cada tres o cada seis meses, con el fin de vigilar de cerca la situación e identificar las lesiones en el fondo del ojo lo antes posible.
«La retinopatía hipertensiva se trata principalmente con un buen control de la tensión arterial, tratando la enfermedad de base con hábitos saludables, ejercicio físico, una dieta hiposódica y fármacos. Con un buen control de la tensión, la retinopatía hipertensiva siempre va a poder ser controlada», asegura el facultativo.
Ahora bien, ¿cómo actuar cuando ocurre una pérdida visual? En función de la naturaleza y la gravedad de las lesiones, es posible iniciar tratamientos de láser, como el láser retiniano o el láser de Argón. El oftalmólogo también puede valorar la conveniencia de recurrir a las inyecciones intravítreas, infiltrando corticoides o medicamentos antiangiogénicos en el interior del ojo, que mitigan la inflamación e impiden la formación de nuevos vasos sanguíneos anómalos.
Con una estrategia de prevención adecuada y un tratamiento supervisado por los especialistas en Oftalmología, es posible combatir los síntomas de la retinopatía hipertensiva y minimizar el daño que puedan causar las lesiones en el ojo.