
A pesar de que la neumonía es contagiosa, existen una serie de medidas de prevención que pueden resultar de gran ayuda para mantener alejada esta patología
La bajada de las temperaturas anticipa, como cada año, un repunte de determinadas enfermedades. Resfriados, gripes, bronquitis, laringitis… Y neumonías. Una patología muy común durante los meses de otoño e invierno. Y cuya gravedad suscita preocupación en multitud de personas, que se preguntan si la neumonía es contagiosa y si es posible tomar medidas para prevenir esta enfermedad del sistema respiratorio.
«La neumonía se produce fundamentalmente por la infección de los alvéolos por distintos agentes patógenos, causando una respuesta inflamatoria que hace que los alvéolos se rellenen de secreciones o pus», explica Irene Nieto, especialista en Neumología.
Estos pequeños sacos de aire, ubicados en los pulmones, desempeñan una labor primordial. Son los encargados del intercambio gaseoso, es decir, suministran oxígeno a la sangre y eliminan el dióxido de carbono.
Cuando los alvéolos se infectan, los pacientes comienzan a experimentar síntomas como fiebre, escalofríos, dificultad para respirar, tos (con o sin expectoración), dolor en el pecho, cansancio o debilidad y dolor de cabeza. No obstante, estas manifestaciones pueden variar en función de la edad y del estado de salud de la persona afectada.
La doctora del Hospital San Rafael de A Coruña recalca que la neumonía es «un problema de salud muy importante, siendo hoy en día la primera causa de muerte por infección en nuestro medio». Basta con echar un vistazo a los datos. Tan solo el año pasado, más de 8.700 personas fallecieron en España como consecuencia de esta infección aguda de los pulmones.
¿Cómo se origina la neumonía?
La neumonía, como acabamos de ver, se desarrolla a raíz de una infección. ¿Significa eso que la neumonía es contagiosa? Antes de responder a esta pregunta hay que conocer los agentes patógenos que pueden transmitir esta enfermedad. Los tres más frecuentes con las bacterias, los virus y los hongos.
La neumonía bacteriana, la más habitual, puede ser provocada por diferentes tipos de bacterias. La más común es, sin duda, Streptococcus pneumoniae, pero tampoco hay que olvidarse de otras como Haemophilus influenzae, Legionella pneumophila o Staphylococcus aureus.
La neumonía viral, por su parte, encuentra su origen en el virus de la gripe (influenza), el virus respiratorio sincitial (VRS), el adenovirus o el coronavirus. Dentro de esta categoría también se enmarcan las neumonías causadas debido a la infección por SARS-CoV-2, el virus responsable de la pandemia que ha azotado al planeta durante los últimos años.
En tercer lugar, se halla la neumonía fúngica, con una prevalencia menos considerable. Esta puede ser ocasionada por hongos como Pneumocystis jirovecii, que afectan en especial a personas con sistemas inmunitarios debilitados, como aquellas que padecen VIH o que han recibido trasplantes de órganos.
Cabe destacar, por último, que esta afección también puede aparecer como una complicación de otras condiciones, o incluso por la aspiración de alimentos, líquidos o vómito hacia los pulmones.
Entonces, ¿la neumonía es contagiosa?
El disparo de los diagnósticos, unido a la llegada de la época invernal, suele despertar las alarmas en multitud de ciudadanos, que acuden a la consulta médica preguntando si la neumonía es contagiosa.
Irene Nieto tiene la respuesta: «Sí, la neumonía puede ser contagiosa, especialmente en casos de neumonía causada por agentes infecciosos como bacterias o virus».
Pero, ¿qué nivel de contacto es necesario para que se produzca el contagio? ¿Puedes los niños y niñas contraer esta enfermedad en el colegio? ¿Es posible contagiarse al cruzarse con una persona en un ascensor? ¿O por la calle? ¿O si la ha padecido algún compañero o compañera de trabajo?
«La transmisión puede ocurrir a través de la inhalación de gotas respiratorias que contienen los patógenos causantes de la neumonía, emitidas por una persona infectada al toser, estornudar o incluso al hablar», puntualiza la especialista en Neumología del Hospital San Rafael de A Coruña.
Por tanto, la neumonía es contagiosa, pero lo que realmente se transmite es el virus o bacteria en cuestión. Y cuanto más breve y menos estrecho sea el contacto con la persona infectada, menores serán las probabilidades de contraerla, sobre todo si el encuentro ha tenido lugar en un espacio abierto o con buena ventilación.

¿Qué complicaciones pueden aparecer en los pacientes?
La neumonía es una enfermedad grave y, en algunos casos, mortal. Como recuerda la doctora Nieto, la neumonía es contagiosa y puede dar pie a secuelas muy severas «si no se trata adecuadamente o si afecta a personas con sistemas inmunitarios debilitados o condiciones médicas subyacentes».
La insuficiencia respiratoria grave es uno de los peligros más temidos por los pacientes. Cuando los pulmones no suministran el oxígeno necesario a la sangre, puede llegar a ser necesario recurrir a oxígeno suplementario o a un soporte ventilatorio.
Al mismo tiempo, la acumulación de líquido en el espacio pleural, que recubre los pulmones, puede provocar un derrame pleural. Y tampoco es inusual que se formen abscesos pulmonares: áreas de pus localizadas en el pulmón.
«En casos graves, la infección puede propagarse a la sangre, desencadenando una respuesta inflamatoria sistémica llamada sepsis, que puede producir un fallo multiorgánico y ser potencialmente mortal si no se trata rápidamente», advierte la especialista en Neumología.
Por otro lado, la neumonía puede dar lugar a complicaciones cardíacas, sobre todo en aquellas personas con problemas cardíacos previos a la infección. Y, para finalizar, esta patología también genera secuelas pulmonares a largo plazo, como alerta Irene Nieto: «La neumonía puede dejar cicatrices en los pulmones o causar daño permanente, lo que puede aumentar el riesgo de futuras infecciones respiratorias o problemas pulmonares crónicos».
¿Cuál es el tratamiento más efectivo para la neumonía?
Ya sabemos que la neumonía es contagiosa. Pero, ¿cómo combatirla para paliar sus síntomas y frenar la expansión de los contagios? No existe un tratamiento único: este varía en función de la causa y la gravedad de la afección y de las propias características del paciente, que siempre deben ser tenidas en cuenta.
«Si la neumonía es de origen bacteriano, el médico puede recetar antibióticos para combatir la infección. En el caso de una neumonía viral, se pueden utilizar antivirales específicos si están disponibles y son efectivos contra el virus causante», afirma la doctora Nieto.
Con estas medidas se incide de forma directa en el origen de la enfermedad. Sin embargo, todavía es necesario atenuar la sintomatología. La fiebre, la tos, el cansancio o el dolor torácico provocan molestias muy considerables en las personas afectadas, de ahí que sea común apostar por un tratamiento sintomático basado en analgésicos, antitérmicos, expectorantes o mucolíticos.
Además, si el paciente sufre serias dificultades para respirar, es habitual que los profesionales recomienden probar las técnicas de fisioterapia respiratoria o propongan el uso de incentivadores respiratorios.
Esta combinación de tratamientos, que tiene que estar supervisada por un especialista en la materia, resulta crucial para disminuir las molestias y acabar cuanto antes con la neumonía.
¿Y qué hay de la prevención?
Por regla general, las personas que se preguntan si la neumonía es contagiosa suelen compartir otra inquietud, estrechamente relacionada con su gravedad: «¿La neumonía es peligrosa?».
Si bien en los casos más leves la tasa de mortalidad no es muy elevada, este porcentaje se incrementa considerablemente cuando el paciente requiere hospitalización, y se dispara hasta el 30 % entre aquellos que ingresan en la UCI. Pero, ¿qué se puede hacer para rebajar estas cifras?
«Reducir la mortalidad de la neumonía implica una combinación de medidas preventivas, consciencia colectiva de la enfermedad para reconocer sus síntomas y tener un acceso a atención médica de calidad», asegura Irene Nieto.
Una de las armas más eficaces para disminuir la tasa de mortalidad es la vacunación. Las vacunas no solo desempeñan un papel protagonista en la prevención de la enfermedad, sino también en la reducción de la mortalidad asociada, especialmente cuando la infección se debe a una de las bacterias más comunes: el Streptococcus pneumoniae.
La inyección de otras vacunas, como la del virus de la gripe o la del SARS-CoV-2, si bien no previene la neumonía de forma directa, contribuye a mitigar el riesgo de que se originen complicaciones graves durante la gripe o el COVID-19. Complicaciones que, a corto plazo, pueden dar pie a una neumonía.
Asimismo, es vital poner en valor las medidas de higiene y prevención, puesto que la neumonía es contagiosa. Como subraya la especialista en Neumología del Hospital San Rafael, para controlar la propagación de la infección «es fundamental el correcto lavado de manos, cubrirse la boca y la nariz al toser o estornudar, además de evitar el contacto cercano con personas enfermas».
En definitiva, actitudes muy sencillas que se pueden adoptar en el día a día y que pueden ser determinantes para mantener alejada esta enfermedad pues, como ya hemos visto, la neumonía es contagiosa.
Irene Nieto también destaca la importancia de acudir a un médico cuando se experimentan los primeros síntomas de neumonía, ya que el diagnóstico y el tratamiento precoz pueden condicionar la propia gravedad de la afección. A la vez, es conveniente seguir al pie de la letra todas las indicaciones proporcionadas por los médicos a la hora de consumir los antibióticos, completando la pauta recomendada.
Para finalizar, hay que tratar de controlar los factores de riesgo todo lo posible. Esto se traduce en una vigilancia de las condiciones médicas subyacentes, como la diabetes o las enfermedades cardíacas o pulmonares, y en la implementación de hábitos de vida saludables, como el abandono del tabaquismo, que ayuda a robustecer el sistema inmunitario.
Al fin y al cabo, aunque la neumonía es contagiosa, estas medidas de prevención son claves para tratar de esquivar esta patología.