Síntomas de neumonía: ¿qué debo hacer?

Los síntomas de neumonía pueden confundirse con los de una gripe

La fiebre, la tos, la dificultad para respirar y el dolor en el pecho son algunos de los síntomas de neumonía más habituales

Pocos factores condicionan tanto la evolución y la gravedad de una enfermedad como el diagnóstico precoz. En multitud de afecciones, una detección temprana es determinante para atenuar los síntomas, disminuir el nivel de riesgo y, en algunos casos, alargar la esperanza de vida. Y las enfermedades respiratorias no son una excepción. De ahí la importancia de conocer y reconocer, por ejemplo, los principales síntomas de neumonía.

A fin de cuentas, en el camino hacia la curación es el paciente quien tiene que dar los primeros pasos. Con la llegada del invierno, es frecuente que muchas personas comiencen a experimentar molestias como tos, fiebre o dolor torácico. Sin embargo, muchas achacan directamente este malestar a un resfriado o a una gripe, sin consultarlo con su médico de cabecera.

Si el avance de los días no se traduce en una mejoría, es cuando se plantean por fin acudir a un profesional de la salud. Este examinará su estado general y llevará a cabo las pruebas necesarias para confirmar o descartar cualquier patología. Y, en el caso de que diagnostique una neumonía, recetará el tratamiento más adecuado para darle solución.

No obstante, el tiempo es crucial en esta enfermedad, que ya se ha convertido en la primera causa individual de mortalidad infantil a nivel global. En los cuadros más leves, la tasa de mortalidad no es muy alta. Pero esta cifra aumenta cuando el paciente ingresa en el hospital, y se dispara de forma sustancial si es necesario trasladarlo a la UCI.

Por este motivo, resulta imprescindible estar al tanto de los síntomas de neumonía más comunes, con el fin de poder identificarlos de manera temprana e iniciar el tratamiento lo antes posible.

Los principales síntomas de neumonía

Uno de los mayores obstáculos a la hora de detectar la neumonía de modo precoz es la semejanza de su sintomatología con otras afecciones frecuentes en la época invernal, como la gripe.

Fiebre, escalofríos, dolor de cabeza, tos (con o sin expectoración), sensación de cansancio o debilidad… Estas son algunas de las manifestaciones más habituales de la neumonía, que suelen compartir las personas que están atravesando una gripe.

Pero hay un síntoma que incide especialmente en las personas que padecen neumonía: la dificultad para respirar. Al fin y al cabo, se trata de una infección aguda de los pulmones que hace que los alvéolos se rellenen de secreciones o pus.

Esta patología también provoca dolor en el pecho, que puede ser punzante, sobre todo cuando se tose o se respira profundamente. Y no hay que olvidarse de otros indicios como las náuseas, la fatiga, la diarrea o los vómitos, que pueden servir como alerta.

«Estos síntomas pueden variar en gravedad y pueden presentarse de manera diferente según la edad y la salud general del paciente. En los adultos mayores o en personas con sistemas inmunitarios debilitados, los síntomas de neumonía pueden ser menos específicos y pueden incluir confusión o cambios en el estado mental», asegura Irene Nieto, especialista en Neumología.

Al mismo tiempo, la doctora del Hospital San Rafael de A Coruña recuerda que estas manifestaciones «también pueden ser causadas por otras afecciones respiratorias, por lo que es fundamental buscar atención médica si se presentan síntomas persistentes o graves para recibir un diagnóstico adecuado y el tratamiento necesario».

La radiografía de tórax, la herramienta más eficaz para diagnosticar la neumonía

Si el paciente no comprende los síntomas de neumonía, podría no percatarse de que está padeciendo esta afección, sin sopesar tampoco la posibilidad de acudir al médico. Por eso, para que los profesionales puedan diagnosticar la neumonía, es indispensable que la persona afectada dé este primer paso.

«Se debe solicitar atención médica en caso de que los síntomas vayan empeorando: dificultad respiratoria progresiva, fiebre persistente, aparición de expectoración verdosa o sanguinolenta…», aconseja la doctora Nieto.

Tras realizar una exploración clínica y examinar los síntomas de neumonía, los profesionales de la salud suelen emplear la radiografía de tórax, una prueba que permite obtener imágenes de los pulmones gracias a la utilización de radiación ionizante, para ratificar o desestimar la presencia de esta enfermedad.

«En función del paciente, habrá que realizar o no otras pruebas añadidas para establecer la gravedad de la misma, como el electrocardiograma, la gasometría arterial o la analítica de sangre», puntualiza la especialista en Neumología.

La radiografía de tórax suele emplearse para confirmar los síntomas de neumonía

La edad, el tabaquismo o las enfermedades crónicas: los factores de riesgo más comunes

No todas las personas comparten las mismas posibilidades de enfrentarse a la neumonía. Existen una serie de grupos de población más proclives a padecer esta enfermedad, cuyos factores de riesgo los hacen más sensibles a los síntomas de neumonía.

La edad es uno de ellos. La neumonía es más habitual en los extremos de la vida, pues incide sobre todo en los bebés y en los ancianos.

Los pacientes inmunodeprimidos, por ejemplo, como resultado de enfermedades crónicas como el VIH, el cáncer, la diabetes o de tratamientos como la quimioterapia o los corticosteroides, conforman otro de los grupos. Y una tercera categoría está compuesta por aquellas personas con enfermedades respiratorias crónicas, como EPOC, asma o bronquiectasias, y enfermedades neurológicas o cardiológicas crónicas.

«Las personas que han estado hospitalizadas recientemente, especialmente en unidades de críticos, tienen un mayor riesgo de contraer neumonía nosocomial, aquella que es adquirida en el hospital», comenta Irene Nieto.

Y tampoco hay que olvidar factores como el tabaquismo, la desnutrición y el abuso de las drogas, que incrementan las papeletas a la hora de contagiarse y padecer los síntomas de neumonía.

«Es importante tener en cuenta que la presencia de estos factores de riesgo no garantiza el desarrollo de neumonía, pero sí aumenta las posibilidades. Mantener un estilo de vida saludable, evitar la exposición a factores de riesgo y buscar atención médica adecuada para condiciones médicas subyacentes pueden ayudar a reducir el riesgo de contraer neumonía», sintetiza la doctora del Hospital San Rafael de A Coruña.

Bacteriana, viral y fúngica: los tres tipos de neumonía más frecuentes

A pesar de que cuando se habla de neumonía se habla en singular, es posible diferenciar tres grandes clases de la que ya se ha convertido en la primera causa de muerte por infección en nuestro medio. La diferencia entre ellas radica en el agente patógeno responsable de la infección, que se transmite mediante las gotas respiratorias emitidas por una persona al hablar, toser o estornudar.

La neumonía bacteriana es la más extendida, y puede deberse a bacterias como Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae, Legionella pneumophila o Staphylococcus aureus. La neumonía viral, por su parte, se origina por virus respiratorios como el virus de la gripe (Influenza), el virus respiratorio sincitial (VRS), el adenovirus o el coronavirus (incluido el SARS-CoV-2). La neumonía fúngica, cuya incidencia es menor, es generada por hongos como Pneumocystis jirovecii, y se suele dar en aquellos pacientes con un sistema inmunitario más debilitado.

Si bien estas son las tres causas más populares, los síntomas de neumonía también pueden aparecer debido a complicaciones derivadas de otras condiciones o a la aspiración de líquidos, alimentos o vómito hacia los pulmones.

Sin embargo, es preciso señalar otra de las clasificaciones más comunes, que divide a las neumonías según si han sido adquiridas fuera del centro hospitalario (la neumonía adquirida en la comunidad o NAC) o dentro del propio centro hospitalario (la neumonía nosocomial o NIH).

Cómo paliar los síntomas de neumonía

Saber identificar los síntomas de neumonía más típicos es, por tanto, una cuestión crítica. A fin de cuentas, si las personas afectadas deciden ignorar las molestias y se abstienen de consultarlas con un profesional, no recibirán el tratamiento que necesitan y podrían enfrentarse a una serie de inconvenientes.

Algunas de las secuelas más temidas son las insuficiencias respiratorias, los derrames pleurales, los abscesos pulmonares, las complicaciones cardíacas y pulmonares o la sepsis, una respuesta inflamatoria sistémica a la infección que puede llegar a ser mortal.

Entonces, ¿cómo responder ante los síntomas de neumonía? Para comenzar, se procede a atacar de forma directa el origen de la enfermedad a través de fármacos antibióticos o antivirales. A continuación, se recetará un tratamiento sintomático, seleccionando distintos medicamentos analgésicos, antitérmicos, expectorantes o mucolíticos en función de las manifestaciones que presenta el paciente. Y, si este se encuentra con problemas para respirar, los médicos podrán recurrir a los incentivadores respiratorios o a las técnicas de fisioterapia respiratoria.

Cuando se habla de neumonía, una de las tareas pendientes consiste en la reducción de la tasa de mortalidad. En esta línea, la vacunación se erige como un arma sumamente eficaz con un doble beneficio, puesto que ayuda, a su vez, a prevenir esta afección.

Una misión en la que también influyen las medidas de higiene (como lavarse las manos correctamente o taparse la boca y la nariz al toser o estornudar), el abandono del tabaquismo y el control de otras patologías como la diabetes o las enfermedades cardíacas o pulmonares.

En definitiva, una completa estrategia de prevención que, unida a la identificación temprana de los síntomas de neumonía, contribuye a disminuir la mortalidad, paliar las molestias y mejorar la calidad de vida de los pacientes.