¿Cuáles son las causas del aneurisma cerebral?

Las infecciones son una de las principales causas del aneurisma cerebral

Los antecedentes familiares, las enfermedades hereditarias y las infecciones o los desgarros en las paredes de las arterias son algunas de las causas del aneurisma cerebral más habituales

¿Por qué la mayoría de personas con un aneurisma cerebral no son conscientes de ello? ¿Es cierto que se suelen descubrir de forma accidental? ¿A qué se debe su elevada tasa de mortalidad?

Multitud de incógnitas orbitan en torno a esta enfermedad de las arterias. Y para conocer sus respuestas es indispensable adentrarse en los síntomas, el tratamiento y las causas del aneurisma cerebral.

«Los aneurismas son dilataciones anormales en las paredes de las arterias», sintetiza José Luis Díaz Valiño, especialista en Neurorradiología del Hospital San Rafael de A Coruña. O, en otras palabras, protuberancias en los vasos sanguíneos formadas como consecuencia de la presión ejercida por la sangre sobre sus áreas más débiles.

Los aneurismas pueden desarrollarse en las arterias de cualquier parte del cuerpo. Son muy comunes, por ejemplo, en la aorta, naciendo así el aneurisma aórtico, el aneurisma de la aorta abdominal o el aneurisma de la aorta torácica. Pero también son frecuentes en los vasos sanguíneos de las piernas o el cuello, como sucede con el aneurisma periférico, o en los vasos que irrigan el cerebro, como sucede con el aneurisma cerebral.

Hay multitud de tipos de aneurismas. Por este motivo, es usual diferenciarlos en función de tres parámetros: sus dimensiones, su morfología y las causas del aneurisma cerebral.

Dependiendo de su tamaño, podemos encontrar desde aneurismas pequeños (aquellos que miden cerca de un par de milímetros) hasta aneurismas gigantes (aquellos que superan varios centímetros). Dependiendo de su apariencia, podemos distinguir entre los aneurismas saculares (aquellos con forma de globo) o los aneurismas fusiformes (aquellos con forma tubular, que provocan un ensanchamiento de todo un segmento del vaso).

Y, por último, dependiendo de las causas del aneurisma cerebral, podemos encontrar entre otros los aneurismas micóticos (aquellos desencadenados a raíz de una infección, que generalmente es una endocarditis) o los aneurismas disecantes (ocasionados por laceraciones, cortes o desgarros).

La formación: un vistazo a las causas del aneurisma cerebral

Por norma general, los aneurismas suelen surgir en las bifurcaciones o ramificaciones de las arterias cerebrales. Ahora bien, ¿por qué aparecen en esa localización concreta?

El doctor Díaz Valiño tiene la respuesta: «Ahí, la presión sanguínea con su golpeteo incesante ocasiona la progresiva deformación y dilatación de paredes que presentan defectos producidos durante el desarrollo y maduración de la circulación intracraneal».

Por otro lado, se han identificado una serie de factores de riesgo que contribuyen de modo notable a la hora de debilitar la pared arterial. Algunos de ellos se desarrollan conforme pasa el tiempo, mientras que otros ya están presentes desde el momento del nacimiento.

Hay algunos factores que no se pueden modificar, como la edad avanzada, el sexo femenino, los antecedentes familiares de aneurismas cerebrales o algunos trastornos hereditarios como la enfermedad del riñón poliquístico. Otros, en cambio, se pueden combatir para minimizar el riesgo, como la presión arterial alta, el tabaquismo o el abuso de alcohol y drogas como la cocaína o las anfetaminas.

Todos ellos, así como las infecciones o los desgarros arteriales, pueden facilitar sustancialmente la formación y la rotura de estas dilataciones.

La detección: una patología silenciosa

Tras entender las causas del aneurisma cerebral, es preciso detenerse en el gran hándicap de esta afección. Y es que mientras no se produce la rotura las personas afectadas apenas experimentan síntomas. Sobre todo, cuando su tamaño es muy reducido.

«Cuando crecen pueden comprimir los nervios craneales o el tejido cerebral y esto se puede manifestar como dolor en la parte superior y posterior de un ojo, una pupila dilatada, párpado caído…», resume el especialista en Neurorradiología.

Esta ausencia de síntomas dificulta significativamente su detección y provoca que, realmente, la mayoría de pacientes no sea conscientes de ello hasta la rotura, cuando se origina un fuerte y repentino dolor de cabeza. Se trata, por tanto, de una enfermedad silenciosa que se desarrolla sin conocimiento de la persona afectada.

Y, realmente, un gran porcentaje de los diagnósticos se producen de modo fortuito. Como señala el facultativo del Hospital San Rafael de A Coruña, no es extraño que «los aneurismas cerebrales se detecten de manera incidental cuando se hacen pruebas de tomografía axial computarizada o resonancia magnética por otras razones».

Muchas veces, los aneurismas cerebrales se detectan por casualidad durante otras pruebas

La rotura: una amenaza potencialmente mortal

Los expertos en aneurismas cerebrales consideran que, en aquellos pacientes que los portan, cada año se incrementa de media un 2 % el riesgo de su rotura.

Cuando el aneurisma se rompe da origen a un accidente cerebrovascular hemorrágico. Esto es, una hemorragia en los espacios meníngeos (derrame) o en el propio tejido del cerebro cuyo nivel de peligro puede variar en función de la cuantía o la localización.

A veces, se limita a generar un dolor de cabeza muy intenso, descrito por muchos pacientes como el peor de su vida, y acompañado por náuseas y vómitos. En otras ocasiones, podría llegar a ser fatal. De hecho, se calcula que la tasa de mortalidad ronda alrededor del 40 % y la mitad de los supervivientes sufre alguna discapacidad permanente.

Si bien el sangrado suele ser breve, la presencia de sangre en estas áreas puede causar daños muy severos a las neuronas cerebrales. Y también puede aumentar la presión en el interior del cráneo, lo que podría terminar por interrumpir el flujo sanguíneo y de oxígeno al cerebro.

«El aneurisma roto es una emergencia médica y en caso de sospecharlo se debe solicitar asistencia médica de inmediato. Ya en el medio hospitalario, están establecidos circuitos y protocolos de actuación por los Servicios de Urgencias, UCI, Neurocirugía y Neurorradiología para su diagnóstico y tratamiento, así como el de las complicaciones que lo acompañan», asegura José Luis Díaz Valiño.

El tratamiento: cómo cerrar el aneurisma

Una vez se han comprendido el diagnóstico, los peligros y las causas del aneurisma cerebral, queda una cuestión vital por responder: ¿cómo se tratan estas protuberancias?

Los aneurismas complejos requieren de una planificación exhaustiva y de la puesta en marcha de tratamientos con materiales específicos. Pero, generalmente, los profesionales de la salud suelen cerrar el aneurisma en menos de 24 horas desde el inicio de los síntomas.

Este cierre puede llevarse a cabo de dos maneras:

La embolización endovascular es hoy por hoy la técnica convencional. Es un procedimiento mínimamente invasivo por el que se accede al aneurisma introduciendo un catéter a través de las arterias. Una vez allí, los neurorradiólogos instalan una bobina con forma de espiral o coil, que tapona la entrada del flujo sanguíneo en el saco aneurismático.

La cirugía abierta, por el contrario, es una intervención agresiva pero también tiene su indicación en ciertos casos. El neurocirujano, tras extraer una sección del cráneo para acceder al aneurisma, coloca un clip metálico que corta el torrente sanguíneo que lo alimenta.

De todos modos, el doctor Díaz Valiño recuerda que «no hay que esperar a que rompa un aneurisma (con las secuelas que pueda ocasionar) para tratarlo». Esos sacos que se hayan descubierto de manera incidental, deben ser valorados por los especialistas en Neurorradiología y Neurocirugía que indicarán la conveniencia o no de tratarlos y de qué manera. Entonces se podrá programar y planificar una intervención con unas altas tasas de éxito que permitirá retomar una vida normal. Y recalca, a la vez, la importancia de «llevar una vida sana con los límites que marca el sentido común, evitando los factores de riesgo».

Sea cual sea el método elegido, una atención médica personalizada y de calidad resulta crucial para superar este incidente. Una atención como la que ofrecen los especialistas del Hospital San Rafael de A Coruña, un centro comprometido con el bienestar del paciente y la tecnología de vanguardia.