Dr. Francisco Javier Pérez Fontán, especialista en Radiodiagnóstico
El hígado es un órgano diana de afectación tumoral. La patología crónica avanzada hepática favorece el desarrollo de los cada vez más frecuentes tumores primarios. A ellos hay que unir el asiento de lesiones metastásicas con origen en otros órganos, aunque ello no implique necesariamente enfermedad generalizada, dada la condición de filtro del hígado.
En la enfermedad tumoral limitada hepática el objetivo más deseable es la desaparición física de la lesión, bien e través de la extirpación quirúrgica, cuando ésta sea posible, o la destrucción por vía percutánea. Todo ello complementado o no -según el caso- con tratamiento quimioterápico.
La ablación percutánea aborda el tumor a través de la piel. Se consigue la destrucción tumoral sin intervención quirúrgica, bien a través de la inyección de productos químicos, básicamente alcohol absoluto o ácido acético, o mediante métodos térmicos como radiofrecuencia o microondas, pudiendo utilizarse asimismo crioablación o láser.
La técnica se puede emplear tanto en los tumores primarios hepáticos como en metástasis, preferentemente en las que tienen su origen en carcinoma de colon, aunque también ocasionalmente es aplicable a otro tipo de tumores. ¿Cómo se realiza? El radiólogo intervencionista localiza el tumor mediante ecografía o TAC e introduce en la lesión una aguja o antena. A través de ella inyecta la sustancia química o transmite la energía, con el fin de completar la destrucción de la lesión y del tejido adyacente que pudiera estar contaminado con células tumorales.
Este sistema presenta ventajas sobre la extirpación quirúrgica como una menor agresividad, lo mejora la tolerancia por parte del paciente y provoca menores complicaciones. Además, se asegura una mayor preservación del parénquima hepático, ya que la ablación se limita prácticamente al tumor, y ofrece la posibilidad de repetir el tratamiento en caso de que aparezcan nuevas lesiones, con un menor costo en su conjunto.
El inconveniente con respecto a la cirugía sería en algunos casos la menor radicalidad, ya que en la cirugía al extirparse de forma más amplia el tejido sano que rodea al tumor se pueden incluir minúsculas lesiones tumorales que en ocasiones no son detectables.
La posibilidad de tratamiento depende del número, tamaño y localización de las lesiones, así como del tipo de tumor, si existe o no afectación metastásica extrahepática y las condiciones físicas del paciente. Todo ello debe ser valorado en su conjunto para decidir sobre el tratamiento curativo o en su caso paliativo que debe ser aplicado. Al tratarse de un procedimiento de baja agresividad, las condiciones físicas basales del paciente condicionan menos que en la opción quirúrgica.
PREGUNTAS
1- Buenos días doctor. Estoy valorando la posibilidad de optar por la ablación percutánea para un tumor hepático. ¿Es un procedimiento inocuo?
Como toda intervención en un órgano vital, no está exento totalmente de riesgos, si bien las complicaciones graves son poco frecuentes. Se sitúan en torno al 5% y generalmente son manejables. En cuanto a la mortalidad, está por debajo de un 4 por 1.000, una cifra muy baja teniendo en cuenta la edad media y el mal estado físico de muchos de los enfermos tratados.
2- Hola doctor. ¿La ablación percutánea sólo es para el hígado o se puede aplicar a otros órganos?
Por supuesto, puede aplicarse en otros muchos órganos, como riñón, glándulas suprarrenales, pulmón, tiroides o lesiones benignas del hueso con intención curativa. En lesiones malignas óseas generalmente se aplica para abordar la paliación del dolor a través de la destrucción de las fibras nerviosas afectadas. No obstante, la mayor parte de los tratamientos se realizan en tumores primarios de hígado, siendo en muchos casos la primera indicación terapéutica. También es de aplicación usual en metástasis de colon en las que se ha decidido no intervenir quirúrgicamente. El carcinoma renal y las metástasis en pulmón son las dos indicaciones extrahepáticas más frecuentes.