El tratamiento del Parkinson: ¿cómo frenar los síntomas?

El tratamiento del Parkinson tiene que personalizarse a las necesidades de cada paciente

El tratamiento del Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa que repercute en las capacidades motoras, debe individualizarse a las circunstancias y necesidades de cada paciente

Temblores, rigidez, lentitud en los movimientos, problemas para caminar o levantarse… Cerca de 10 millones de personas saben de primera mano qué es vivir con la enfermedad de Parkinson, una afección neurodegenerativa que afecta al sistema nervioso. Ahora bien, ¿existe alguna manera de paliar estos síntomas? O, en otras palabras, ¿cuál es el tratamiento del Parkinson más efectivo?

«La enfermedad de Parkinson es bastante compleja y bastante rica en cuanto a síntomas, y su manejo requiere de un especialista», asegura Diego Santos, especialista en Neurología del Hospital San Rafael de A Coruña.

La práctica de ejercicio físico, el tratamiento farmacológico y la terapia de estimulación cerebral son algunas de las alternativas más populares para frenar la progresión de una patología que, según la Sociedad Española de Neurología, afecta a más de 120.000 personas en nuestro país. De hecho, la institución calcula que cada año se diagnostican 10.000 nuevos casos, lo que podría triplicar el número de afectados para el 2050.

Para mitigar las molestias y tratar de frenar el desarrollo de la enfermedad resulta crucial que todas las personas acudan a un profesional de la salud tras la aparición de los primeros síntomas, con el fin de lograr un diagnóstico precoz e iniciar el tratamiento del Parkinson cuanto antes. Pero esto no es posible si no se conocen los indicios que alertan de esta afección, que suelen comenzar muy poco a poco y empeoran paulatinamente con el paso del tiempo.

El origen de los síntomas del Parkinson

¿Por qué los pacientes con enfermedad de Parkinson sufren alteraciones motoras involuntarias? Para entender la respuesta a esta pregunta es necesario adentrarse a fondo en el cerebro.

La enfermedad de Parkinson genera una pérdida progresiva de neuronas como la dopamina. Y la falta de este neurotransmisor en determinadas áreas del cerebro, como los ganglios basales, unas estructuras de sustancia gris que se encargan de decidir los movimientos que realiza el cuerpo, es lo que produce los síntomas típicos de esta patología: temblor, lentitud en los movimientos, rigidez y problemas para caminar, girar o levantarse de la cama o de un asiento.

«Pero también hay otros neurotransmisores afectados, sustancias del cerebro como la serotonina o la adrenalina. Esto acaba produciendo una serie de síntomas no motores muy frecuentes y limitantes, como depresión, apatía, fatiga, problemas cognitivos, alucinaciones, problemas psicóticos, estreñimiento, mareos, síntomas urinarios, pérdida de olfato o alteraciones del sueño», recapitula el doctor Santos.

Estas manifestaciones, que no se suelen relacionar con la enfermedad de Parkinson, pueden aparecer con mucha anterioridad a la sintomatología motora. En algunos casos, se presentan años antes de los primeros temblores, de ahí la importancia de consultar con un médico cualquier síntoma inusual.

Los profesionales de la salud podrán realizar un diagnóstico acertado, basándose en los criterios clínicos y la exploración motora para confirmar o descartar la presencia de esta afección. En ocasiones, algunos estudios complementarios como pruebas de imagen cerebral pueden ser necesarias. En caso de confirmarse el diagnóstico, recomendarán el tratamiento del Parkinson más oportuno en función de las necesidades y características del paciente.

La gran variabilidad de la enfermedad de Parkinson

«En general, y como en muchas enfermedades, la enfermedad de Parkinson es un compendio de factores externos y de la predisposición intrínseca del sujeto a desarrollarla desde el punto de vista genético. Cada vez se describen más mutaciones que, cuando están presentes, se desarrolla la enfermedad o aumenta el riesgo», afirma Diego Santos, especializado en el tratamiento del Parkinson.

A nivel global, estos casos representan en torno a un 15 % del total. El porcentaje restante se corresponde con formas esporádicas de la enfermedad, sin que se haya identificado una mutación genética. Y la edad es un factor determinante para pertenecer a una u otra categoría.

Por regla general, el riesgo de padecer la enfermedad de Parkinson se incrementa conforme aumenta la edad, ya que es una patología muy común entre las personas mayores. Pero, como señala el doctor del Hospital San Rafael, es «más frecuente identificar una mutación si la enfermedad debuta en edades más tempranas, como por debajo de los 40 o 50 años».

Existen otros factores de riesgo a nivel externo o ambiental, como la exposición a tóxicos o pesticidas y haber sufrido repetidos traumatismos en el cráneo. Asimismo, algunos estudios epidemiológicos hablan de factores inversos, es decir, aquellos que podrían disminuir el riesgo de desarrollar esta enfermedad, como el consumo de tabaco o el efecto antioxidante de sustancias como el café.

«Otro aspecto importante es la gran heterogeneidad de la enfermedad. Poco tiene que ver una forma esporádica en una persona de 80 años que una asociada a una mutación que debuta a los 20 años. Hay mucha variabilidad en cuanto a la enfermedad, en cuanto a los síntomas y en cuanto a la progresión», subraya el especialista en Neurología.

Esta variabilidad está relacionada con los propios mecanismos etiopatogénicos y con mutaciones concretas. Aquellas que suceden en los genes GBA o en el gen de la proteína alfa-sinucleína, por ejemplo, se asocian con un peor pronóstico, mientras que las mutaciones en genes como la parkina se asocian con un mejor pronóstico.

El tratamiento del Parkinson es esencial para mejorar la calidad de vida de los pacientes

Los primeros pasos: el ejercicio, los fármacos y las terapias individualizadas

A pesar de que todavía no se ha encontrado una cura, el tratamiento del Parkinson es clave para mejorar el bienestar y la calidad de vida de los pacientes que conviven con esta afección. Este se puede dividir en dos vertientes: la farmacológica y la no farmacológica.

El deporte es uno de los pilares del tratamiento del Parkinson no farmacológico, como indica el doctor Santos: «El ejercicio físico permite liberar factores de crecimiento que estimulan el cerebro y ayudan a combatir la neurodegeneración. Contribuye a la liberación de dopamina y es el único tratamiento demostrado para enlentecer la progresión de la enfermedad».

Habitualmente, los especialistas en el tratamiento del Parkinson recomiendan la práctica de ejercicio aeróbico, ejercicios de fuerza, ejercicios de flexibilidad y resistencia y, por último, ejercicios relacionados con la marcha, la postura, los giros y el equilibrio.

Por otro lado, se han desarrollado terapias complementarias basadas en la fisioterapia, la estimulación cognitiva, la terapia ocupacional o la logopedia. Son terapias individualizadas a las necesidades de cada paciente: si este tiene un problema para tragar o sufre una afectación del lenguaje, se le derivará a un logopeda, si tiene rigidez, a un fisioterapeuta…

¿Y qué hay del tratamiento del Parkinson farmacológico? Todavía hay muchos fármacos en investigación, pero a día de hoy es usual recurrir a medicamentos para combatir la falta de dopamina y manejar mejor la enfermedad.

La levodopa, una píldora que viaja por la sangre para convertirse en dopamina en el cerebro, es uno de los más populares. Los agonistas de la dopamina, por su parte, imitan los efectos de este neurotransmisor, engañando al cerebro y haciéndole creer que recibe esta sustancia. Otros fármacos actúan consiguiendo que la levodopa sea más efectiva aumentando su biodisponibilidad.

La amantadina contribuye a aumentar la liberación de dopamina y disminuir los movimientos involuntarios, conocidos como discinesias, y los anticolinérgicos son útiles para mitigar los temblores. También es común recetar fármacos que aumentan la acetilcolina, que ayudan a mejorar la demencia y el deterioro cognitivo, o medicamentos que actúan sobre otros neurotransmisores como la serotonina.

Un tratamiento del Parkinson más invasivo

No es extraño que, a medida que evoluciona la enfermedad, los pacientes padezcan fluctuaciones clínicas y complicaciones motoras a lo largo del día. Esto provoca que, mientras que en algunos momentos responden bien al tratamiento del Parkinson, en otras ocasiones este no surte tanto efecto. Son los denominados episodios on y episodios off.

Para responder a esta intermitencia se han desarrollado terapias de segunda línea. Como explica Diego Santos, son un conjunto de «tratamientos más invasivos y más costosos que han demostrado en ensayos y en la práctica clínica que logran mejorar la situación funcional y reducir los episodios off».

El tratamiento con bombas de infusión es uno de ellos. Este dispositivo, que es muy habitual en los centros hospitalarios, permite administrar medicamentos a los pacientes de forma continua y controlada, ajustando la cantidad de fármacos necesaria con una precisión absoluta. La máquina cuenta con una pantalla, controles, tubos y una jeringa, y sirve para evitar los episodios off en todos aquellos pacientes en los que el tratamiento del Parkinson convencional no ha sido suficiente para controlar las fluctuaciones clínicas.

Otra opción, como apunta Diego Santos, es la cirugía: «La estimulación cerebral profunda es para pacientes muy seleccionados. Hay un límite de 70 años de edad, pues no es recomendable operar a pacientes más mayores: tienen más complicaciones y evolucionan peor. En general, es para pacientes que responden bien a la levodopa, no tienen problemas cognitivos ni demencia y no sufren desequilibrios ni caídas bajo el efecto de la medicación dopaminérgica».

Este tratamiento del Parkinson quirúrgico consiste en introducir en el núcleo subtalámico del cerebro una serie de electrodos, conectados mediante cables a un neuroestimulador, como un marcapasos. Este neuroestimulador se coloca debajo de la piel, usualmente debajo de la clavícula, y genera una corriente eléctrica que logra estimular la diana terapéutica y corrige las alteraciones en la función cerebral que producen los síntomas de la enfermedad de Parkinson.

Como asegura el especialista en Neurología del Hospital San Rafael de A Coruña, con este tratamiento del Parkinson «los pacientes mejoran desde el punto de vista motor y a nivel de autonomía y de síntomas no motores».

La importancia de la red de apoyo de los pacientes

Pero, al margen de los médicos, las terapias y los fármacos, hay otro elemento que juega un papel determinante a la hora de mejorar el bienestar de las personas afectadas por la enfermedad de Parkinson: los cuidadores.

«La figura del cuidador es muy importante. Casi todos los pacientes que vienen a consulta, incluso en los estadios iniciales, vienen acompañados de un cuidador, que conoce bien la situación del paciente y a veces da una visión diferente con respecto a los síntomas», sostiene el doctor Santos.

Ahora bien, ¿qué recomendaciones pueden seguir las personas encargadas de apoyar y cuidar a los pacientes?

Es conveniente que los cuidadores se informen detalladamente acerca de los síntomas de la enfermedad y que acompañen al paciente a la consulta, relatándole los síntomas al doctor y preguntándole todas las dudas que puedan surgir acerca del tratamiento del Parkinson.

Pero lo esencial es estar con el paciente. Ayudarlo y acompañarlo en el día a día. Idealmente, este tendría que mantener su autonomía y hacer todas las cosas que estén en su mano. El cuidador, por su parte, tiene que supervisarlo y evitar conductas que puedan suponer un riesgo excesivo.

«Es muy frecuente que cuando el paciente empeora el cuidador se pueda llegar a estresar y sobrecargar», advierte Diego Santos. Se trata del síndrome del cuidador quemado que, según el facultativo, se termina por convertir «en una espiral, un círculo vicioso, por eso es importante estar alerta ante síntomas como la ansiedad, la depresión o la apatía en el cuidador, para identificarlo y tomar las medidas oportunas».

No hay que olvidar, por último, el rol que pueden desempeñar las asociaciones de pacientes y la Federación Española de Parkinson, que velan por la atención y el cuidado de las personas afectadas. Aquí, por ejemplo, tenemos la Asociación Parkinson Galicia Coruña, que tiene una larga historia y está muy profesionalizada. El apoyo que dan a los pacientes es magnífico. En estos grupos, los pacientes entran en contacto entre sí. Encuentran comprensión, orientación y asesoramiento, y tienen la oportunidad de recibir terapias complementarias que pueden resultar de gran ayuda durante el tratamiento del Parkinson.

Un apoyo extremadamente valioso que hace más llevadera una enfermedad en la que todavía hay muchas incógnitas. A pesar de que ha habido muchos avances en el tratamiento del Parkinson, la investigación sigue siendo tan necesaria como el primer día. En la actualidad, la comunidad médica y científica continúa incidiendo en las causas de esta patología, llevando a cabo estudios genéticos y testando nuevos fármacos o tratamientos de inmunoterapia, como las vacunas o los anticuerpos monoclonales.

Infinidad de esfuerzos que procuran atenuar los síntomas y ralentizar todo lo posible la progresión de esta enfermedad.