Los programas de rehabilitación cardíaca ayudan a los pacientes que han sufrido problemas cardíacos a recuperarse e implementar un estilo de vida saludable que mejore la calidad y cantidad de vida y disminuya sus riesgos
Con más de 9 millones de defunciones anuales, la cardiopatía isquémica encabeza la lista de las principales causas de mortalidad a nivel mundial. Sin embargo, aquellas personas que superan un evento cardíaco todavía están expuestas a multitud de riesgos. Además de contar con un estado de salud deteriorado, la sombra de un nuevo ataque siempre acecha. Es aquí donde entra en juego la rehabilitación cardíaca.
Estos programas se ponen en marcha en pacientes que han sufrido infartos, que padecen una insuficiencia cardíaca o que han sido sometidos a una cirugía del corazón. Son procesos integrales, que abarcan desde el propio ingreso hospitalario, continúa tras el alta y pretende seguir durante toda la vida del paciente.
Su objetivo, como señala el especialista en Cardiología Gonzalo Peña, es «el restablecimiento de la salud cardiovascular, la prevención de nuevos eventos cardíacos y el aumento de la supervivencia y de la calidad de vida del paciente».
La rehabilitación cardíaca, en definitiva, combina el tratamiento farmacológico con el ejercicio físico, la alimentación saludable y el manejo del estrés para acelerar la recuperación y obtener el máximo restablecimiento no solo de la salud cardíaca, sino también de la salud general de las personas afectadas, permitiéndoles realizar una vida sana.
Las tres fases de la rehabilitación cardíaca
Habitualmente, los programas de rehabilitación cardíaca se han divido en tres etapas, por las que se va escalando en función del estado del paciente y su nivel de recuperación.
La primera fase
Durante la fase 1, también conocida como fase intrahospitalaria, las personas permanecen ingresadas y en reposo, bajo una supervisión constante del equipo médico, para recuperarse del ataque cardíaco o de la intervención quirúrgica. En el pasado, esta etapa podía extenderse hasta varias semanas.
«Hoy por hoy, con los nuevos tratamientos del infarto, la estancia hospitalaria se acortó mucho. Un paciente se marcha en días», subraya el doctor del Hospital San Rafael de A Coruña.
De todos modos, no hay un plazo estándar. Todo depende de la evolución de las personas. Si su estado de salud está muy deteriorado o permanecen mucho tiempo en la UCI, no es extraño que este período se alargue.
La segunda fase
Tras el alta hospitalaria comienza la fase 2. Es el momento en el que se definen los programas postinfarto, orientados a la reincorporación a la vida normal y el acondicionamiento a la nueva situación cardíaca. Estos programas están conformados por varios pilares, como el entrenamiento físico o las dietas personalizadas.
En esta etapa tiene lugar la investigación y detección de los problemas que podrían haber contribuido al desencadenamiento del infarto, como la diabetes o la hipertensión. Además de iniciar el tratamiento de dichas comorbilidades o enfermedades adyacentes, también se abordan los posibles problemas psicológicos, que pueden ser de muchas índoles.
«Normalmente es la fase en la que más hincapié se hace y donde el paciente tiene que llevar a cabo cambios en el estilo de vida y coger buenos hábitos, siguiendo el tratamiento dietético y de ejercicio. Son cosas fáciles de decir, pero que pueden ser muy complicadas, como abandonar el hábito tabáquico», precisa Gonzalo Peña.
En resumen, durante este período se intenta inculcar una educación sanitaria a las personas, haciendo que sean conscientes de los riesgos a los que se enfrentan, como en el caso del tabaco, con el fin de animarlas a adherirse a esos hábitos saludables.
La tercera fase
Por último, se halla la fase 3 o fase de mantenimiento. Y no por estar a la cola es menos importante o menos decisiva.
En ella, las personas tienen un nivel de autonomía mucho más elevado, como revela el facultativo: «El paciente se hace cargo de su tratamiento y de sus hábitos de vida. Nosotros lo acompañamos en lo que viene después para evitar que vuelva a ocurrir. Seguimos teniendo contacto para que no se olvide las reglas».
El papel ejercido por los médicos es, por tanto, mucho menos significativo. De hecho, la estructuración de esta etapa, que suele ponerse en práctica en otro tipo de centros, como los gimnasios, no está tan definida ni estructurada hoy en día.
A pesar de que frecuentemente la rehabilitación cardíaca se divide en estas fases, realmente se trata de un continuo. Durante la primera ya se tiene la vista puesta en las siguientes, y los doctores tratan de educar a los pacientes desde el primer momento para maximizar la adherencia al tratamiento y minimizar su nivel de peligro.
«Después de un infarto, los pacientes están un poco perdidos en su nueva vida. A veces saben qué tienen que cambiar. Otras veces hay que estar encima, porque es difícil cambiar los hábitos por la costumbre. Y otras veces se niegan a esos cambios. Quien no ha hecho deporte nunca, le lleva su tiempo empezar. O quien tiene malos hábitos de vida, como fumar o alimentarse mal, también le suele costar. Ahí estamos nosotros para ayudarlos», asegura el doctor Peña.
¿Quién puede participar en la rehabilitación cardíaca?
Como vimos anteriormente, los programas de rehabilitación cardíaca esconden una gran utilidad para todas las personas que han superado problemas cardíacos, como un infarto, así como para todas aquellas que se han sometido a cirugías relacionadas con el corazón. Y, por norma general, su estado de salud no suele ser determinante a la hora de decidir si es apta o no.
«Hay la conciencia de que para hacer una buena vida cardiosaludable hace falta estar sano. Y es lo contrario. Cuanto peor está un paciente, más se beneficia», sostiene el especialista en Cardiología, que añade que «la recuperación es mucho mejor y más rápida con los programas de rehabilitación cardíaca».
Prácticamente la totalidad de los pacientes con afecciones cardíacas se pueden beneficiar de estos programas. Las contraindicaciones son muy excepcionales: los doctores tan solo los desaconsejan cuando su salud es demasiado débil para soportar el ejercicio o cuando existen patologías específicas, como el aneurisma disecante de aorta.
No obstante, si la rehabilitación cardíaca está bien estructurada y se pone en marcha en un centro multidisciplinar, los beneficios son muy significativos.
La multidisciplinariedad, el eje central de la rehabilitación cardíaca
Si hay un rasgo definitorio de la rehabilitación cardíaca es, justamente, su carácter multidisciplinar. Cardiología, Enfermería, Fisioterapia, Endocrinología, Nutrición, Psicología… En estos programas se entrelazan diferentes ramas de la medicina, con multitud de profesionales trabajando de forma coordinada para tratar de reforzar el bienestar del paciente en todas las esferas de su vida.
Esta diversidad de especialidades, con todo, es la responsable de que su implantación haya sido algo dispar. Y es que no siempre resulta sencillo cubrir de manera satisfactoria todos estos aspectos, entre los que también se suelen incluir problemas relacionados con la sexualidad, como la disfunción sexual.
Los programas deben personalizarse al máximo a las necesidades de cada paciente, con una supervisión periódica muy estrecha por parte del equipo médico. Un esfuerzo muy considerable, pero que definitivamente vale la pena, dado que la rehabilitación cardíaca ha demostrado su eficacia a la hora de prevenir nuevos problemas cardíacos y alargar la esperanza de vida de las personas con estas enfermedades.
Prueba de ello es su crecimiento a lo largo de los últimos años, en los cuales han experimentado un auge muy sustancial. Ahora bien, ¿en qué consiste realmente el tratamiento?
La esfera física
Tras la realización de la prueba de esfuerzo y la medición metabólica, los doctores suelen diseñar un programa adaptado a la situación específica de cada persona. Un programa con una piedra angular: la actividad física. Y más concretamente los ejercicios cardiovasculares, como caminar.
Sin embargo, como destaca Gonzalo Peña, con el tiempo «se ha ido evolucionando a prescripciones más concretas, trabajando no solo la resistencia cardíaca, sino también el fortalecimiento muscular».
Estas recomendaciones pueden variar por completo dependiendo de las características de los pacientes. No es lo mismo, por ejemplo, el esfuerzo físico que puede asumir una persona diabética o con obesidad que una persona en buena forma que practicaba deporte con regularidad en el pasado.
La esfera nutricional
De la misma forma que sucede con el ejercicio, las medidas a nivel alimentario también difieren en función del paciente. En este caso, es muy distinto trabajar la dieta de una persona que siempre ha cuidado lo que pone en su plato que la de alguien que nunca ha valorado la relevancia de una alimentación variada y saludable.
Como afirma el doctor del Hospital San Rafael de A Coruña, este último «está menos mentalizado, por lo que hay que hacer cosas más básicas, y a la vez más difíciles, como corregir la cantidad de ingesta. Los cambios de vida son muy personales y hay que meterse en la piel de cada paciente. Saber qué está haciendo mal y hacérselo ver a veces es muy complicado, pero también muy satisfactorio, porque esos cambios son muy beneficiosos».
En este sentido, en la rehabilitación cardíaca los especialistas en Nutrición suelen combatir dos aspectos: la cantidad y la composición. Con respecto al primero, multitud de estudios aseguran que, por norma general, la gente que vive más come menos. La cantidad de comida es, por consiguiente, un factor decisivo para alargar la esperanza de vida.
¿Y qué hay de la composición? Uno de los grandes mitos es la demonización de la carne roja, que se presenta como el gran enemigo. Si bien es conveniente limitar su consumo y reducir la cantidad de grasas, no son tan dañinas como los azúcares. La cantidad de azúcar que una persona ingiere a lo largo de su vida es absolutamente determinante, de ahí la importancia de tener especial precaución, por ejemplo, con las bebidas carbonatadas.
«Aunque la ingesta excesiva de grasas es mala, no solemos prohibir ningún tipo de alimento. Abogamos más por estructurar la alimentación, con una dieta mediterránea o atlántica, que tiene más proteínas y menos hidratos. Tiene que contener verduras, legumbres, un poco de fruta y poca carne. Pero en sí no se aboga por la prohibición», puntualiza el facultativo.
La esfera psicológica
Cualquier evento crítico que amenace la vida, como el infarto, puede dejar secuelas muy severas a nivel psicológico. Es un auténtico shock a nivel emocional, que puede causar estrés y despertar una sensación de vulnerabilidad y de pérdida de control en personas que, hasta ese momento, creían estar sanas.
Por este motivo, los aspectos psicológicos conforman otro de los pilares indispensables de la rehabilitación cardíaca. Los pacientes comienzan a ver la vida de otra forma, y la orientación de un especialista en Psicología puede ser clave para garantizar su estabilidad emocional.
Esta es precisamente una parte esencial de la ecuación en el programa de rehabilitación cardíaca del Hospital San Rafael de A Coruña, que cuenta con un gabinete psicológico adscrito para proporcionar apoyo a las personas afectadas.
La reestructuración de las rutinas también desempeña un rol primordial. Una vez se ha superado el evento coronario, es fundamental practicar ejercicio, descansar las horas suficientes y reservar tiempo para actividades de ocio que disminuyan el estrés, ya que no es extraño que muchas personas tengan la necesidad de hacer cosas constantemente y estar siempre al 100 %.
La esfera farmacológica
Al igual que en la mayoría de enfermedades, los medicamentos juegan un papel protagonista en la mejora de la salud del paciente y la prevención de otro evento cardíaco.
«Normalmente las personas pasan de no tomar medicación a tomar cuatro o cinco pastillas, que han demostrado aumentar la supervivencia y prevenir nuevos infartos», indica el doctor Peña. De ellas, dos o tres deberán tomarse de por vida, aunque los avances en la farmacología han incrementado la libertad en la combinación y han logrado una reducción del número total de medicamentos. Algo crucial, sin duda, para elevar la adherencia al tratamiento.
Los pacientes siempre deben llevar un antiagregante como la aspirina, una estatina o un betabloqueante. Los médicos, por su parte, tienen que informarles con detalle acerca de la finalidad de cada fármaco, sus posibles efectos secundarios o cómo deben actuar si un día se olvidan de consumir la dosis.
El compromiso del paciente como hilo conductor
Los programas de rehabilitación cardíaca son, a fin de cuentas, una ayuda sumamente valiosa a la hora de adaptarse a la nueva etapa vital que se inicia una vez se ha superado el evento cardíaco o la cirugía del corazón.
No obstante, tal y como recuerda el especialista en Cardiología, para que triunfen hay que ir más allá y «ver al paciente no solo como un paciente coronario, sino como un global. Hay que valorar todo para que sea capaz de llevar el mejor tratamiento posible».
Pero, en última instancia, es el propio compromiso de las personas el que define su éxito o fracaso. En ocasiones, los resultados de la fase dos son muy satisfactorios y las intenciones son muy buenas. Aun así, es difícil mantenerse en la fase tres de la rehabilitación cardíaca sin bajar la guardia. Esto va a depender de la constancia del paciente, quien podrá acudir a terapias grupales o a revisiones periódicas en la consulta.
«Al final, los médicos no somos más que simples apoyos y simples acompañantes en las enfermedades. Pero muchas veces los determinantes son los pacientes, que tienen que llevar a cabo su autocuidado. En especial los pacientes crónicos como los diabéticos o los hipercolesterolémicos, que tienen que ser responsables de su enfermedad», concluye Gonzalo Peña.
De todas maneras, no es un camino que tenga que recorrer en soledad. En centros como el Hospital San Rafael de A Coruña, en el que se ha diseñado un programa integral de rehabilitación cardíaca, profesionales de todas las áreas reman en sintonía para brindarle una atención médica de calidad y apoyarle en todo lo que necesite.