Por qué la infección bacteriana va a ser cada vez más difícil de combatir

La infección bacteriana se debe a la entrada de bacterias patógenas en el organismo

La resistencia de algunas bacterias a los antibióticos podría situar a la infección bacteriana como la primera causa de muerte dentro de un par de décadas

A veces los enemigos más peligrosos son aquellos que no se ven. La infección bacteriana es un ejemplo.

Un estudio publicado en la revista The Lancet asegura que en el año 2019 se produjeron 7,7 millones de defunciones como consecuencia de las 33 bacterias más frecuentes, lo que convirtió a la infección bacteriana en la segunda causa de mortalidad a nivel mundial.

Este mal está mucho más extendido en los países subdesarrollados, donde no hay un acceso tan generalizado a los antibióticos, el único tratamiento eficaz para estas enfermedades. No obstante, un uso incorrecto provoca que las bacterias se vuelvan resistentes a estos medicamentos, que dejarían de surtir efecto, con la consiguiente repercusión en el estado de salud de las personas afectadas.

Pero, ¿en qué consisten realmente las infecciones bacterianas? «Normalmente una infección bacteriana se produce cuando alguna bacteria que penetra en el cuerpo se ubica en un lugar donde no puede haber bacterias o donde, de alguna manera, rompe el equilibrio de la flora bacteriana de esa región», explica Manuel Viso, especialista en Hematología.

La infección urinaria ejemplifica el primer escenario. En la orina no tiene que haber ningún tipo de bacteria. Por tanto, si se introduce una y comienza a proliferar, desencadena una infección. La amigdalitis, por su parte, pertenece a la segunda categoría. La faringe cuenta con su propia flora bacteriana y, si irrumpe un agente externo, podrá ser capaz de dominarla, dando pie de nuevo a la infección.

«Cuando la bacteria se ubica en una región empieza a multiplicarse. Si la cantidad es baja, se le llama colonización: aunque está presente, no genera un problema infeccioso, como puede ocurrir en el pulmón. Pero a partir de una cifra genera una infección. Este número es variable, dependiendo del tipo de bacteria y del órgano al que afecta», aclara el médico del Hospital San Rafael de A Coruña.

Qué son las bacterias y cómo se combaten

No es posible comprender qué es una infección bacteriana sin detenerse en qué son las bacterias. Estos organismos son unicelulares, es decir, están compuestos de tan solo una célula. Muchos de ellos son benignos, e incluso indispensables, como los que nos ayudan a digerir la comida o los que se emplean para fabricar alimentos como el yogur.

Sin embargo, muchos otros son infecciosos, pues dañan los tejidos y los órganos y causan enfermedades que pueden llegar a ser muy graves. Hablamos de las bacterias patógenas, que se multiplican y atacan el cuerpo humano, originando así la infección bacteriana.

Las puertas de entrada de los patógenos al organismo son muy diversas: pueden ser inhalados a través de las vías respiratorias, pueden ingerirse junto con la comida, pueden penetrar a través de quemaduras, cortes o heridas abiertas…

¿Y cómo se lucha contra ellos? Para acabar con la infección bacteriana se ha desarrollado un arma muy eficaz: los antibióticos.

Estos se pueden administrar por vía oral (como las pastillas), por vía tópica (como las cremas o las gotas) o por vía intravenosa (como las inyecciones, que suelen reservarse para los casos de mayor gravedad). A pesar de que pueden provocar efectos secundarios como náuseas, sarpullidos, diarrea, candidiasis o reacciones alérgicas, son la solución más efectiva para hacer frente a la infección bacteriana.

Ahora bien, los pacientes deben seguir el tratamiento recetado por los profesionales médicos de forma estricta, respetando en todo momento no solo la cantidad de medicación, sino también la frecuencia diaria y el período de tiempo que se debe tomar. En ocasiones, muestran una mejoría al cabo de unos días y, como se sienten bien, creen que ya pueden abandonarlo. Pero no es así. Cabe la posibilidad de que todavía no se haya eliminado la bacteria, de ahí que haya que continuar con el tratamiento hasta que finalice el plazo establecido por los doctores.

Los antibióticos son el único tratamiento efectivo contra la infección bacteriana

El peligro de las infecciones bacterianas más habituales

Ya conocemos qué es una infección bacteriana, pero, ¿qué síntomas la caracterizan? Desgraciadamente, no existe una respuesta estándar, pues las manifestaciones van a depender de la patología en cuestión que afecte al paciente.

Algo parecido sucede con el nivel de riesgo. Como recalca Manuel Viso, tampoco hay una única respuesta: «La posibilidad de complicaciones depende del tipo de bacteria, de la edad de la persona, pues si es mayor hay más riesgo, de las comorbilidades que pueda padecer y de que no tenga factores inmunosupresores, como atravesar un cáncer, estar en quimioterapia o tener sida».

Algunas de las infecciones bacterianas más comunes son la faringitis, la amigdalitis, la bronquitis, las infecciones urinarias o la gastroenteritis. Estas suelen ser leves, aunque la gastroenteritis puede hacer que un paciente acabe en la UCI a causa de bacterias como la salmonella.

Otras son mucho más severas, como la neumonía (la infección de los alvéolos de los pulmones debido a líquido o pus), la colitis (una inflamación en el revestimiento interno del colon), la meningitis (que afecta al cerebro y a la médula espinal) o la endocarditis (la infección de las válvulas del corazón).

«La situación más grave es cuando la infección pasa a la sangre y produce una septicemia. Una reacción del sistema inmunológico que, sumada a la infección, produce inflamación. Y esto puede desembocar en un fallo orgánico», alerta el doctor Viso.

También conocida como sepsis, esta respuesta del cuerpo puede generar daños muy considerables en órganos como el corazón, los riñones o los pulmones, llegando al punto de poner en peligro la vida del paciente. «Cuando pasa esto, la situación es muy grave, y la mortalidad se sitúa en torno al 30 % o el 40 %», declara el facultativo.

La resistencia de las bacterias

En principio, podría parecer que el desarrollo de antibióticos es suficiente para luchar contra cualquier infección bacteriana. Pero la realidad es más compleja. Y es que las bacterias están armadas con un mecanismo de supervivencia que les permite desarrollar resistencia a estos medicamentos.

Pseudomona, Escherichia coli, Klebsiella, Acinetobacter… Estos son tan solo algunos ejemplos de patógenos que se están volviendo resistentes a los antibióticos más habituales. Y las consecuencias pueden ser fatales: no solo se diseminarán más rápido entre la población, sino que se incrementará la duración, la gravedad y la mortalidad de las enfermedades.

De hecho, Manuel Viso resalta que «se estima que para el año 2050 las infecciones por bacterias multirresistentes pueden ser la primera causa de muerte en el mundo». Pero, ¿existe alguna manera de evitarlo?

«Hay que hacer un uso racional de los antibióticos: darlos solo cuando hay que darlos, no en procesos víricos, y utilizarlos según sus indicaciones, porque a veces se utilizan antibióticos de amplio espectro muy potentes para tratar infecciones muy banales», asegura el doctor del Hospital San Rafael.

El uso generalizado de estos fármacos en los animales contribuye a aumentar la magnitud del problema, puesto que muchas de las bacterias que los invaden también afectan a los humanos. Y aunque la investigación y el desarrollo de nuevos antibióticos juegan un papel fundamental, para Viso esto «es la pescadilla que se muerde la cola, porque si seguimos con un mal uso, la resistencia siempre será un problema».

¿Infección bacteriana o vírica?

Suministrar antibióticos a pacientes afectados por un virus puede ser un error bastante común. «El antibiótico no tiene utilidad en las infecciones víricas, donde el tratamiento es sintomático», recuerda el especialista en Hematología. Pero, ¿cómo diferenciar una infección bacteriana de una infección vírica?

Por lo general, a pesar de que ambos microorganismos producen infecciones y es habitual confundirlas, aquellas que han sido causadas por virus suelen ser más benignas y de menor duración. Pero todo depende del órgano al que afecten.

En la gastroenteritis, por ejemplo, el virus provoca vómitos, diarrea y deposiciones líquidas. No obstante, no suele estar asociado a la fiebre y no suele durar más de un par de días. Por la contra, si la infección es bacteriana, suele acarrear fiebre, y las deposiciones pueden contener moco y restos de sangre. Además, su duración es más extensa, ya que puede prolongarse durante una semana, y su afectación al estado general del paciente es mayor.

Prevenir estas infecciones no siempre es posible, pero hay una serie de medidas que pueden resultar de ayuda a la hora de protegerse contra ellas y frenar su expansión, como lavarse las manos con agua y jabón, no tocarse la cara con las manos sucias, evitar el contacto con personas enfermas, comprobar la salud de las mascotas y cubrirse la boca al toser o estornudar.

Con todo, es preciso recordar que los antibióticos son la única solución efectiva contra la infección bacteriana. Y para impedir que las bacterias desarrollen resistencia y estos dejen de hacer efecto, es imprescindible seguir las indicaciones de los médicos al pie de la letra.

En caso contrario, los patógenos disfrutarán de una ventaja sustancial y las personas serán mucho más vulnerables.